Sueño













Ciertas noches
aparece  este sueño
en medio de canto de caracoles.
Llega al oído
su sonido de océano,
lloviendo cascadas silentes
bajo la luna redonda
estrellada de miradas.



Se desliza imprudente
por las venas
recorriendo las curvas
que llevan directo
al corazón,
agolpan emociones
o se ajustan con precisión
al espacio que queda
entre la despedida
y el punto final.

La marea arrastra,
y hay que dejarse llevar
por ese oleaje
que enreda cabellos
dejando en la piel
el salado beso
que humedece
para marcharse en el mismo silencio
de siempre.

Y bajo la almohada,
se queda el viento violento
que abrazó y se fue
dejando hojas secas
lluvia inesperada;
queda la brisa de las palabras
que se colgaron del oído,
de los ojos cerrados
a las cuatro paredes;
del sonido que escapó de la garganta
para ser atrapado por la noche
ahogándolo en la oscuridad
de un lugar cualquiera.

Ya no hay palabras,
no las hay.

Apenas la luna se asoma por la ventana.
Apenas la brisa que recoge el recuerdo
para regarlo por los rincones áridos de este corazón.




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