365 besos y un día




Hace 365 besos y un día
le encontré al pie de una nota,
con la mirada perdida
en las planicies de su historia.

Mientras él por las noches
sonrisas dibujaba
yo elegí "mirar el  paisaje
y escuchar  dulces palabras".

"Pareces pollito mojado",
(dijo)
"estás abollada por dolores".

Necesitaba  un nido
donde reposar el ala rota
y retomar el paso acostumbrado.

Para ser un ave pequeña
sin hábitos de vuelo
arriesgué todo una tarde
y me lancé por arbolados cerros,
por majestuosas cumbres nevadas
nunca vistas desde el suelo.

Perdí el temor a las alturas,
al vértigo de su mirada;
caí por desfiladeros
sueños de verdes quebradas
cautivaron mi camino
en  barrancos y cañadas.

De eso hace ya
365 besos y un día.

Entregué voluntariamente
mi sonrisa y mi corazón;
en tanto, él acortaba distancias
en capítulos de larga duración,
con  palabras que soplaron
la tristeza de mi voz.

Y me enseñó a reír a su modo extranjero.

Y aprendí  a volar sobre cumbres y océanos.

Tanto que ahora no sé
en qué latitud detengo mi vuelo...
Si vivo allá o acá muero.

Pues el calendario dio su vuelta
deshojándose completo
y el reloj hizo lo propio
recordando que no es nuestro
ni el tiempo ni las distancias
ni los abrazos ni los besos
ni las palabras ni las risas
arrancadas a los cuatro vientos.

De eso ya hace,
365 días y ningún beso.



































Comentarios

  1. Qué melancolía... siempre tu corazón optó por los viajes lejanos...

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