EL VIEJO SAUCE




Cayó entre ramas, tierra y cielo
cuan largo era, 
al suelo.
Su vida fue cercenada
para mejorar la ruta, dijeron,
para ampliar caminos
y porque estaba viejo.

Y al caer,
su alma se sacudió en mil hojas,
pequeños trozos de vida
suspendidos en la tarde,
tarde de sol en el ocaso.

Quedó como un anciano
respirando sus últimos segundos,
cerrando sus párpados,
cruzando sus verdes brazos
resignado.

Lo arrancaron del sendero
y no estuve con él.

Quedó apenas su huella redonda
olorosa y húmeda
palpitando  años de vida
 sin pedir nada a cambio.

Al cortar su tronco
nadie sintió su dolor de huesos triturados,
de virutas y madera molida.
Mudos restos en la orilla del camino
entre el ruido de motor
y voces apresuradas.

Hoy lo encontré
sin vida en el camino
su cuerpo
 olor a tierra húmeda
 a tronco amputado,
sangrando verdor salpicado.

Cesó su lenguaje 
de melena caprichosa al viento.

Por la noche
subía hasta el pequeño balcón
para hablarle de mis nostalgias
y su soledad de tronco rugoso
me recordaba mi ruta
con tantas grietas en el alma
y tanta esperanza tendida en el cielo.


El espacio que ocupó
hoy vacío de sombra nocturna,
se abre a mil estrellas
que llueven sobre su recuerdo
canto blanco
ausencia profunda.









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