MANOS
Me besaste las manos.
Tomaste mis manos
y las besaste lentamente.
Y mi piel recibió ese beso
encerrado en una boca
desconocida.
No hay campanas.
No hay más que silencio:
tu silencio
mi silencio.
Y mi corazón
encerrado en sus paredes,
esas que levantó
hace tiempo.
Mis manos
que no saben de caricias,
huyen,
pero regresan a las tuyas
por un poco de magia.
Sólo para saborear,
aunque sea por un instante,
la dicha de saberse amadas.
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