DÉJAME

















Déjame en esta nostalgia del ayer,
que sin tocar a mi puerta
a mi costado se ha instalado.

Déjame con el sabor
al té caliente de mi infancia,
a las tostadas de mi madre,
a la frazada tejida
con que me arropaba.

Déjame con el recuerdo
de la lluvia  sobre el paraguas,
esos julios o agostos infinitos
que enredaron cabellos y esperanzas
que torcieron pasos y destinos.

Déjame en la ausencia silente
urdir ideas locas,
agarrar imágenes inexistentes
y dejarlas caer del vacío de mi boca.

Déjame así
de frente a este invierno insolente
que se agolpa frío en mi ventana
y  se escurre por libros y papeles,
y se enreda en paredes y sábanas.

Déjame en esta soledad tan grande
que no permite siquiera
el recuerdo de mi padre.

Déjame sin promesas ni canciones
déjame así: simplemente sola,
sin batuta y sin flores.

Quiero regresar
a esas tardes de sol sobre mis párpados,
a mi alma de brazos estirados  como lagartija
recogiendo el  breve calor
de un instante que no fue mío.

Déjame,
simplemente déjame,
quiero que me arrastre el tiempo
con sus campanas,
quiero que me adormezca
la compañía incierta
-sin nombre, sin rostro, sin  historia-
de brazos escritos al anochecer.







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