ALMA GEMELA


















Tantos  inviernos
me viene seduciendo
el aroma de una voz:
atrapa mi sonrisa
para lanzarla en la oscuridad
y verla estallar en mil luces
bajo la misma noche,
profunda,
azul
e inmensa.

Algunas tristezas,
-que no recuerdo-
se abrigaron al calor de sus ojos;
apaciguaron  mi dolor
sus palabras,
sembró  de besos  mi frente,
despejó  cabellos
y pensamientos negros
bajo la luna
blanca,
redonda
y febril.

No sé cuántas vidas
nuestras manos  reconocieron
en las huellas del otro
su recorrido largo y sideral;
nuestro aliento
de constelaciones, 
brotó  de ese silencio
en  mil explosiones tardías
-como estrellas
y nosotros mismos-
atrapando su  polvo estelar
en un respiro
de vida,
corazón
y sangre.


Hace muchos otoños
cerramos juntos
los ojos al mundo
y no nos importaron
lágrimas vertidas,
porque la dicha 
del  efímero tiempo
fue mayor,
y llenó de girasoles el calendario
y llovió plenitud sobre el rostro
silente,
apacible
y entregado.


Hace algunos milenios  
apenas 
o quizás 
sólo algunos días,
con la lentitud de la oruga
que muere 
para dar vida,
se acerca a mí,
mi alma gemela.







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