PALABRAS MÍAS



Palabras mías,
en el silencio de la noche 
urdidas.
Junto a tantas otras
una y otra vez leídas;
palabras ajenas 
con insistencia
entran en mi vida
para quedar guardadas,
y en mi memoria reunidas.

Palabras de muchos colores
y de todos los tamaños
en todos los rincones:
justo en el puño de mi mano
justo en el centro de mi vida.

Palabras aprendidas
al inicio de mi historia
y tantas adheridas
al correr de mis días.
Todas escriben mi camino
todas mueren con un punto final.

Palabras que curan en la distancia
Otras, que en el recuerdo aun  dañan.

Palabras que acercan,
palabras que salvan
de la muerte prematura
o la sentencia de una mirada.

Palabras que rompen 
un momento de magia
por ese juego esquivo
de ocultar reales ansias.
Palabras sutiles que  besan el alma
palabras tan simples
frente a otras rebuscadas,
que no cumplen patrones
ni la voz les acompañan.
Palabras sencillas
en silencio digitadas
con un caudal de emociones
en cada sílaba enunciada.

Vaya gracia otorgada,
-vaya don concedido-
porque una palabra puede
curar lo que otra ha herido.

Palabras van y vienen
en el curso de los tiempos
esculpiendo poesía,
arrastrando algún recuerdo
o pintando en la memoria
-sin permiso de su dueño-
un momento ya olvidado
o atrapado en algún sueño.

Son palabras que amanecen
aun en medio de la nada
de una noche negra
de soledad estrellada.

Palabras sin acentos
ni color de una mirada
van tejidas de tal forma
que de rostros no hace falta.

Se deslizan por los dedos,
¡siempre, siempre tan calladas!
llenando de calor rincones
donde aun gotea la esperanza.

Solo palabras genuinas 
que perduran con los años
esas que unen vidas, 
esas que atan cabos.
Apenas unas palabras 
que campanean en el alma
cuando ya se han ido 
o en el papel están calladas

Son aquellas palabras 
que en blanco y negro detallan
sonrisas o tristezas, 
dolores y nostalgias.

Palabras que en su simpleza 
a media vida te hablan,
con sus silabas te besan 
y con cinco vocales te abrazan.







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