Una moneda

















Alguien dijo, 
hace unos años,  
que llegamos al mundo
con monedas en las manos.

Con la prisa de la vida
olvidamos su valor,
y así se van con el tiempo:
sin saberlo, se escapan,
como hojas que arrastra el viento.

Pero llega el momento
que ellas escasean
y al fondo de la cartera
ya casi nada queda.

Y sacamos cuentas
de aquellas malgastadas
cuando queda solo una
muy al fondo, muy guardada.

Monedas de tiempo
dentro de mi bolsillo
¡traje tantas! 
Hoy queda... casi nada.

(Y si me quedara una moneda...
¿Si sólo una me restara..?)

Entonces procuraría
que cada día brillara
y su existencia silenciosa
mi camino iluminara.

Si solo una moneda
hoy en mi puño guardara...

¡Quisiera que su redondez dorada
lo que resta de mi vida
solo ella justificara!


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