Madre e hija
La miraba,
y en sus ojos pequeños,
y en sus ojos pequeños,
empequeñecían
los míos.
Las veinte lunas
que nos separaban
callaron
bajo el canto de queltehues,
aleteos de zorzales,
silencios y campanas.
Las historias
se vaciaron en la mesa
Y nos bastó
dulce de leche
en la galleta
y un par de recuerdos
rodando entre nosotras.
Madre e hija.
Ambas nos mirábamos
cada mañana.
Y en el borde de la cama
equilibramos nuestras vidas
de mujeres solitarias.
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